Quise titular este texto “El día después”, pero era demasiado pequeño para
lo que quiero decir. El día después no he terminado de vivir el día anterior,
en cambio, la pausa necesaria me permite detenerme, voltear, mirar el pasado
cercano y aun percibir el olor de la experiencia vivida.
La adrenalina producto de la presentación del Museo de las Migraciones nos
impidió ver trazos de la realidad en su justa dimensión. Nos bajamos de ese
escenario y queríamos más y más… ¿Por qué? ¿Cómo?
La razón fundamental fue nuestro éxito mediático indiscutible y también la
amnesia repentina que nos impidió recordar todo lo que tuvo que pasar para que
esa corta, pero contundente presentación, se concretara. En ninguna
circunstancia estamos hablando de una producción en serie, en la que se generan
presentaciones como chorizos.
Luego con los días me voy dando cuenta de que esta pausa fue necesaria. Entendamos
que queremos construir al menos un pequeño movimiento, que tenga efecto multiplicador
y que deje huella en el inconsciente colectivo uruguayo, quizás más allá de sus
fronteras y si somos capaces de influir una micra en las políticas públicas
vinculadas a la migración o la cultura, podemos darnos por satisfechos. Al
menos ese es mi deseo, en modo alguno debe ser el de todos, ojalá así sea.
Estoy segura de que varios de nosotros no tienen el mismo concepto, ni las
mismas expectativas, que el pasado 24 de noviembre, menos aun que aquel primer
día en la Asociación Idas y Vueltas, y
eso está muy bien, es justo esa amalgama de colores lo que nos trajo hasta acá.
“No te asustes si me ves retroceder alguna vez, es que estoy tomando
impulso”
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